Cuando salí de la oficina, me fui derecho a la casa de Betty.
En realidad era un semipiso muy iluminado y espacioso, en un edificio nuevo. Cuando entré, me encontré con un ambiente muy cálido, con muchas artesanías, tapices, alfombras grandotas y cosas de madera rústicas.
Betty: - Che, mirona... ¿Qué te pensaste?. ¿Qué ibas a una casa de antigüedades? je je je...
La verdad que me sorprendí: en general las abuelas tienen muebles antiguos, acá había pocos muebles, muchisimos libros puestos en una estanteria hecha con ladrillos de cemento y tablones lustrados.
Nos sentamos en la mesa, saqué la notebook, y empecé a contarle un poco cómo usarla, algo básico, pero Betty me apuró: ella quería conectarse a Internet.
Fue complicado, porque ella no tiene ninguna conexión (claro, no tenía computadora) así que tuve que buscar alguna red Wifi sin clave. Encontré una con una señal muuuy débil, pero nos sirvió como para empezar.
Cuando la dejé sentarse y se puso a buscar cosas sola en Internet, le miré la carita.
Yo pensé que vería una ancianita feliz, pero se veía más parecida a una adolescente en llamas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario